Imagina un mundo en el que la educación de todo el planeta se ha mudado a la nube. Sí, al inmenso océano digital donde las clases presenciales son un recuerdo lejano del pasado y los profesores ya no hacen sonar la campana de inicio de clase sino que envían un emoji de «manita arriba». Por alguna razón inexplicable, los estudiantes de todo el mundo han decidido quedarse en pijama, y nadie sabe por qué el desastre tecnológico ha decidido golpear de esta manera. Ya sabes, cargando un power-up de píxeles y conexiones inestables.
¿Cómo llegamos a este punto?
Hace poco tiempo, una banda de genios informáticos, con un humor más negro que las noches sin luna, creó un «algoritmo travieso». Este simpático pedazo de código, con la ayuda de un estornudo cibernético (también conocido como virus), se las ingenió para colapsar todo el sistema educativo físico del mundo. Ahora, los libros de texto digitales son los nuevos maestros Jedi y las aulas físicas esperan ser relicarios de ‘cuando éramos jóvenes’. De repente, la educación virtual ha pasado de ser una alternativa, a ser nuestra única realidad.
Ventajas de un mundo educativo 100% virtual
Primero, el mundo aprecia algunos beneficios enormes. Esa hora pico estresante se ha convertido en un paseo de la cama al escritorio. Además, el famoso «derroche económico» en material escolar innecesario se ha reducido casi a cero. Por fin, los estudiantes pueden aprender a su propio ritmo, explorando y profundizando en los temas que realmente les apasionan sin tener que ajustarse a un ritmo generalizado.
El acceso al conocimiento es ilimitado. Desde el comienzo del día, cualquier tema, desde cómo construir un cohete hasta entender la poesía francesa, está a un clic de distancia. Las animaciones y juegos formativos llenan los ratos aburridos, haciendo el aprendizaje ameno y visual. Un niño en Suecia aprende junto a uno en Nigeria, mostrando que la diversidad y la cultura nunca han sido tan accesibles.
Pero… ¿todo es positivo?
No canta tan prístino el gallo como parece. Hay ciertos problemas que hacen clamar al cielo, «>Houston, tenemos un problema». ¿Qué sucedió con la interacción humana? Esa charla en el recreo, el temblequeo nervioso al dar una exposición, o incluso las miradas cómplices que dicen «este profesor no sabe que estoy copiando». Toda esa chispa social se ha diluido en emojis y mensajes instantáneos.
Además, no todos tienen fácil acceso a la tecnología ni a un internet que rinda como un Fórmula 1. Esto deja a muchos estudiantes enfrentándose a un abismo de desigualdad social aún mayor del que conocemos. No mentira, la desconexión es real.
Conclusión: un equilibrio es necesario
Aunque haya pasado por encima del arcoíris, la educación totalmente virtual también pisa charcos. Necesitamos reconsiderar el ecosistema educativo que más beneficie al aprendiz. La presencialidad y la virtualidad pueden coexistir, pueden ser aliadas. Porque, al final del día, lo que realmente importa es que los estudiantes sean capaces de alcanzar todo su potencial.
Y tú, ¿qué piensas de un mundo completamente virtual en la educación? ¿Listo para dejar un comentario con tu opinión o compartir este post con tus amigos digitales? ¡Vamos, que ya estás en línea!