Imagina por un segundo que de la nada, cierto día, estrujando tus párpados con un poco más de fuerza de lo habitual, ¡zas! Se te concede el poder de ver el futuro. Así, sin más. Tal vez fue el golpe mágico de una estrella fugaz o el resultado bizarro de mezclar pizza fría con leche antes de dormir. Lo cierto es que ahora tienes entre manos un superpoder que muchos considerarían un sueño. Pero, ¿te has puesto a pensar en lo que realmente implicaría ver lo que está por venir?
¿Bendición o maldición?
La primera reacción que podrías tener es gritar de emoción: saber si aprobarás ese examen para el que no estudiaste, o si al chato que te gusta le interesas también. Sin embargo, la capacidad de ver el futuro podría transformarse rápidamente de un simplemente “¡Sí, por fin sé lo que pasará!” a un angustioso “¡No quiero saber más!”. Y aquí viene el meollo: la corriente de spoilers de tu propia vida puede resultar en una presión descomunal, llevándote potencialmente a intentar alterar esos eventos futuros que aún ni siquiera han sucedido.
El efecto mariposa en su máxima expresión
Alterando un detalle aquí y allá, puede que pienses que eres el rey o la reina del destino, pero seamos honestos: el efecto mariposa podría venir a reclamar su trono. Un pequeño cambio tiene la capacidad de desatar una reacción en cadena de proporciones épicas. Quizá evitas aquel tropezón en público que detestas del que serás parte, sólo para descubrir que ese incidente es el que te conectará con tu futura mejor amiga. ¿Y si al cambiar lo que verás se altera automáticamente tu visión del futuro? Puedes estar destinado a vivir en un bucle de paranoia.
Información alucinante, ¿o tal vez no?
Otro tema a considerar es el asombroso número de detalles insignificantes que conocerás de antemano y que realmente no querrías saber. ¿El número de corderitos que contarás antes de dormir? Inútil. ¿Qué desayunarás el próximo jueves? Intrigante sólo si piensas volverte chef. Con tanto acceso a detalles irrelevantes, lo extraordinario podría volverse ordinario y perderíamos la fascinación con el aquí y ahora.
Impacto en la relación con los demás
Por otro lado, las relaciones interpersonales pueden complicarse. Saber lo que alguien te dirá antes de que lo haga puede volverse un jogo raro: podrías impacientarte y aburrirte mucho más rápido de esas conversaciones cotidianas. ¿Y qué decir de las sorpresas? ¡Puf, adiós al suspenso de la vida! Con muchos de estos elementos mermados por tu habilidad de precognición, el encanto de las relaciones humanas podría deteriorarse hasta que se conviertan en un simple cumplimiento de expectativas establecidas.
Hasta los eventos globales no se escapan
Imagínate saber de una catástrofe mundial antes de que ocurra. Aparte de la ansiedad de llevar el peso del conocimiento que cambia el mundo en tus hombros, tendrías que lidiar con la frustración de no poder hacer nada para detenerlo, o peor, lidiar con el descrédito si intentas avisar. Riesgos de cambios profundos podrían colarse a nivel político o económico. Imaginen a los grandes inversores del mundo desesperados por saber quién será el próximo fenómeno financiero. Y tú, con el dato en la cabeza.
En un mundo donde todos quisieran una pizca de tu habilidad, destaca lo increíblemente valioso que sería la privacidad, un derecho que simplemente se esfumaría.
Conclusión y devolución al universo
Puede que este ejercicio de imaginación nos haya dejado con más preguntas que respuestas claras, pero lo que sí queda patente es que ver el futuro sin duda tiene su lado oscuro, uno del cual no siempre nos percatamos en nuestros sueños más alocados. Así que, ¿qué opinas tú? ¿Te lanzarías a la aventura de conquistar el tiempo? Cuéntanos en los comentarios abajo; comparte tus ideas y transformemos juntos el arte de jugar con el mañana.