Imagina que un día te despiertas, estiras los brazos, observas tu reflejo en el espejo y, ¡pum!, te das cuenta de que todo lo que te rodea es una simulación. Como si fueras un Sim con mejor peinado y menos posibilidades de morir en un accidente de piscina. Antes de que pongas cara de emoticono confundido, averigüemos juntos qué implicaría vivir dentro de una simulación y, lo más importante, ¿cómo demonios habríamos llegado a esto?
La teoría detrás de todo esto
La idea de que podríamos vivir en una simulación no es nueva. Viene de la mano de filósofos y científicos flipados como Nick Bostrom, quien propuso una hipótesis fascinante: si una civilización futura tuviera una capacidad de computación lo suficientemente avanzada, podrían crear simulaciones tan realistas que los seres dentro de ellas no tendrían ni idea de que están siendo observados. Y, ¡eh!, eso podríamos ser nosotros, jugando al juego de la vida sin saberlo.
La plausibilidad del asunto
Vale, pero antes de ponerse conspiranoicos, hay que preguntarse: ¿qué tan probable es que estemos realmente en una simulación? Consideremos dos cosillas: avances tecnológicos y matemáticas. Nuestro nivel tecnológico ha alcanzado niveles impensables hace solo unas décadas. Desde el increíble realismo de los videojuegos actuales hasta la inteligencia artificial que simula conversaciones casi humanas (¡hola, amigo chatbot!), parece que la capacidad está ahí.
Simulaciones reales que ya conocemos
Si piensas que esto es pura ciencia ficción, vamos a dar un paseo por el mundo de las simulaciones que ya existen. Los científicos usan simulaciones todo el tiempo para predecir los efectos del cambio climático, probar vehículos autónomos sin estamparlos contra muros reales, o incluso para detectar tensiones sociales antes de que revienten. Este uso de las simulaciones nos muestra que, en el futuro, podríamos llevar la tecnología tan lejos que recrearíamos una vida entera. Así que la idea de una simulación no es tan descabellada como descartar calcetines con agujeros.
Vivir en un mundo simulado: ¿parque de atracciones o cárcel virtual?
Aunque la idea de vivir en un parque de atracciones virtual suena de lo más chuli, hay un par de cosillas que podrían ser un problemilla. En primer lugar, la privacidad, porque si estás siendo «controlado» o «observado», ¿realmente tienes algún control sobre lo que haces? Y luego está la cuestión de las reglas: ¿y si el programador decide un día agriarnos la fiesta con un virus o bug especialmente malvado?
¿Una segunda oportunidad?
Por otro lado, vivir en una simulación ofrece algunas ventajas impensables en la vida “real”. Quizás tendríamos el control de rebobinar momentos, tener segundas, terceras (¡o mil chances más!) oportunidades de cambiar nuestras decisiones y actuar como si tuviéramos un botón de “reset” para empezar todo de nuevo.
Cierre inesperado
En conclusión, la posibilidad de vivir en una simulación nos lleva por un laberinto de teorías, dilemas éticos y futuros posibilidades. Aunque hoy no podemos afirmar con certeza si somos, o no, productos de una simulación, el simple hecho de contemplarlo nos empuja a reflexionar sobre nuestra propia existencia y el significado de lo que consideramos realidad. Y tú, ¿crees que podrías estar dentro de un videojuego sin saberlo? ¡Déjanos un comentario con tus pensamientos más locos y comparte este post con tus amigos para que juntos encuentren la salida del laberinto simulado! 😉